Ruta El Madrid de Larra

Ruta El Madrid de Larra en la que recorreremos zonas de Madrid vinculadas con el escritor Mariano José de Larra.

Mariano José de Larra es uno de los literatos más importantes del siglo XIX, y está considerado uno de los mejores escritores españoles de todos los tiempos.  

Mariano José de Larra nace en Madrid, vive en Madrid y muere en Madrid.  

Murió antes de cumplir los 28 años, y su producción literaria es muy corta.  

Solamente escribió una obra de teatro (llamada “Macías”), una novela (llamada “El doncel de don Enrique el doliente”), algunos poemas y artículos de costumbres. 

En su obra, Larra no solo representaba una época concreta, sino que representaba al ser humano en general. 

La obra de Larra es muy actual, lo que decía en 1830 podemos verlo en la sociedad de hoy. 

Cuando los actuales reyes de España se comprometieron, el regalo de la Reina Letizia al entonces príncipe Felipe, fue un libro de Mariano José de Larra, le regaló El doncel de don Enrique el doliente.


1ª Parada: Biografía de Mariano José de Larra

Empezamos la Ruta El Madrid de Larra en la calle Bailén, junto a los Jardines de la Almudena.

Mariano José de Larra nació en 1809 en la calle Segovia. Nace en las casas de la moneda, porque allí trabajaba su abuelo. 

Su infancia va a estar muy relacionada con el papel de su padre, que era cirujano militar al servicio de José Bonaparte. Su padre era un afrancesado. Al terminar la guerra de la Independencia, su familia se ve obligada a irse a Francia. Inicia sus estudios en París y en Burdeos. 

En 1818 la familia pudo regresar a España gracias a la amnistía. El padre de Larra consigue trabajo como médico del infante Francisco de Paula. Larra continúa sus estudios en Madrid. Debido al trabajo del padre se irán desplazando a diferentes ciudades de nuestro país. 

La familia de Larra quería orientarle a ser médico, como su padre.  Sin embargo, Larra va a ser periodista. 

Poco a poco se va a dar a conocer principalmente por sus artículos satíricos. También va a trabajar como traductor, principalmente del francés.  Con solo 18 años comienza a escribir en un folleto satírico mensual, El Duende satírico del día. De aquí viene uno de sus primeros apodos, el duende. Aunque posteriormente se le conoció como Fígaro. 

Su pensamiento político va a ir evolucionando con el tiempo. En sus primeros años en su juventud estaba muy relacionado con la corte y con los realistas (incluso va a formar parte de los voluntarios realistas). Poco a poco su pensamiento irá hacia tendencias más liberales.  

Aunque él siempre criticó la sociedad y la política de nuestro país, intenta dar su visión satírica. Llegó a escribir alrededor de 200 artículos de crítica satírica, algunos de ellos se hicieron muy conocidos.  

Va a contraer matrimonio Pepita Wetoret, sin embargo va a ser un matrimonio desgraciado. Larra y Pepita tuvieron tres hijos. Después de su matrimonio, comienza una tormentosa relación con Dolores Armijo, una relación con altibajos a lo largo de los años.  

Con 25 años, cuando ya es famoso, empieza a decaer su ánimo. La situación en España no es como él quería. Intentó meterse a política y no tuvo éxito. La relación con Dolores Armijos se fue al traste.  Todo ello hace que poco a poco Larra vaya entrando en una especie de negativismo y en una depresión que le llevaría a su trágico final. 

Monumento

El busto que encontramos aquí, se hace muchos años después de su muerte.  

Es realizado por el escultor Jesús Perdigón, alumno de Miguel Blay en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. 

Monumento a Mariano José de Larra, Madrid
Monumento a Mariano José de Larra, Madrid

La vestimenta está casi bocetada, no se llega a distinguir bien.  Sí que se distingue bien el rostro del personaje, Mariano José de Larra. 

El pedestal está realizado por el arquitecto Teodoro Anasagasti

El monumento no siempre ha estado aquí. Su primera ubicación fue en el Paseo del Prado, muy cerca de la calle Zorrilla. Después de la Guerra Civil se trasladó al final de la calle Mayor. Con el tiempo se colocó donde la encontramos hoy.  


2ª Parada: Primeros temas conflictivos: el suicidio, los duelos, la cárcel y los toros

La siguiente parada de la Ruta El Madrid de Larra iremos a la calle Segovia al lado del viaducto de la calle Bailén fue donde nació Mariano José de Larra en 1809, y donde vivía su abuelo. 

Mariano José de Larra pasó su infancia en Francia, donde fue educado. 

Él siempre ha tenido un alma española, y también un sentimiento francés, mucho más culto comparado con la España de la época, más atrasada socialmente hablando. 

Cuando él empieza a escribir, va a hacer una crítica social bastante importante. Va a hablar de temas innovadores, que hoy en día siguen siendo rupturistas. 

Cárcel

Él criticó muchísimo las cárceles. Era un sistema que oprimía a los presos, y que los llevaba más a la delincuencia.  

“Los hombres no pueden vivir si no en sociedad, y desde el momento en que aquella a que pertenecen parece segregar los de sí, ellos se forman otra fácilmente, con sus leyes, no escritas, pero frecuentemente notificadas por la mano del más fuerte sobre la frente del más débil. He aquí lo que sucede en la cárcel. Y tienen derecho a hacerlo. Desde el momento en que la sociedad retira sus beneficios a sus asociados; desde el momento en que, olvidando la protección que les debe, los deja al arbitrio de un cómitre despótico; desde el momento en que el preso, al sentar el pie en el patio de la cárcel, se ve insultado, acometido, robado por los seres que van a ser sus compañeros, sin que sus quejas puedan salir de aquel recinto, el detenido exclama:
"Estoy fuera de la sociedad; desde hoy y mi ley es mi fuerza, o la que yo me forje aquí. He aquí el resultado del desorden de las cárceles. ¿Con qué derecho la sociedad exige nada de los encarcelados, a quienes retira su protección?”

Toros

Él fue uno de los primeros que estuvo en contra de las corridas de toros que eran muy populares en aquella época (1830).  

“Así es que amanece el lunes y parece que los habitantes de Madrid no han vivido los siete días de la semana sino para el día en que deben precipitarse tumultuosamente en coches, caballos, calesas y calesines, fuera de las puertas, y en que creen que todo el tiempo es corto para llegar al circo, adonde van a ver a un animal tan bueno como hostigado, que lidia con dos docenas de fieras disfrazadas de hombres, unas a pie y otras a caballo, que se van a disputar el honor de ver volar sus tripas por el viento a la faz de un pueblo que también sabe apreciar este heroísmo mercenario. Allí parece que todos acuden orgullosos de manifestar que no tienen entrañas, y que su recreo es pasear sus ojos en sangre, y ríen y aplauden al ver los destrozos de la corrida”

Duelos

Larra estaba muy a favor de los duelos.  

Fue padrino en varios duelos, además estaban muy a la orden del día, aunque estaban totalmente prohibidos. 

Tenían que hacerse a las afueras de la ciudad de Madrid. 

Él decía que era más correcto batirse en duelo y perder la vida que no batirse en duelo por una afrenta y perder el honor. 

Pena de muerte

Pero estaba muy en contra de la pena de muerte.  

“Un pueblo entero obstruye ya las calles del tránsito. Las ventanas y balcones están coronados de espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan y se agrupan para devorar con la vista el último dolor del hombre.
-¿Qué espera esta multitud? -diría un extranjero que desconociese las costumbres-. ¿Es un rey el que va a pasar; ese ser coronado, que es todo un espectáculo para un pueblo? ¿Es un día solemne? ¿Es una festividad pública? ¿Qué hacen ociosos esos artesanos? ¿Qué curiosea esta nación? 
Nada de eso. Ese pueblo de hombres va a ver morir a un hombre” 

Y luego más adelante, en este mismo artículo dice lo siguiente

“...el que sólo había robado acaso a la sociedad iba a ser muerto por ella; la sociedad también da ciento por uno: si había hecho mal matando a otro, la sociedad iba a hacer bien matándole a él. Un mal se iba a remediar con dos. El reo se sentó por fin. ¡Horrible asiento! Miré al reloj; las doce y diez minutos; el hombre vivía aún… De allí a un momento una lúgubre campanada de San Millán, semejante al estruendo de las puertas de la eternidad que se abrían, resonó por la plazuela; el hombre no existía ya; todavía no eran las doce y once minutos. “La sociedad, exclamé, estará ya satisfecha: ya ha muerto un hombre”.

Así es como veía a los españoles de esta época y a las costumbres y a las tradiciones que teníamos en aquellos momentos.  

Él quería cambiar la sociedad y empezó por criticarla. 


3ª Parada: Las fondas y el “buen” comer en tiempos de Larra

Uno de los establecimientos más antiguos de Madrid es Casa Ciriaco, un restaurante centenario, lugar donde nos encontramos en la siguiente parada de la Ruta El Madrid de Larra.

Calle Mayor 79, Madrid
Calle Mayor 79, Madrid – Tamorlan (CC BY 3.0)

Larra habló mucho sobre los establecimientos y sobre cómo se comía en Madrid. 

Cuando Larra vive en Madrid no existía un gran restaurante. El restaurante Lhardy es de 1839, y Larra falleció en 1837. 

Los restaurantes en ese momento eran tascas, tabernas, tugurios. No había menú. Muchas veces no había servilletas. La atención era mínima. 

Larra nos lo cuenta, refleja perfectamente cómo eran estos establecimientos donde se podía comer en Madrid de su época.  

“Entré a comer en una fonda, y no sé por qué me encuentro llenas las mesas de un concurso que, juzgando por la facultades que parece tener para comer de fonda, tendrá probablemente en su casa una comida sabrosa, limpia, bien servida, etcétera, y me lo hallo comiendo voluntariamente, con el mayor placer, apiñado en un local incómodo (hablo de cualquier fonda de Madrid), obstruido, mal decorado, en mesas estrechas, sobre manteles comunes a todos, limpiándose las babas con las del que comió media hora antes en servilletas sucias sobre toscas, servidas diez, doce, veinte mesas, en cada una de las cuales comen cuatro, seis, ocho personas, por uno o solo dos mozos mugrientos mal encarados y con el menor agrado posible: repitiendo este día los mismos platos, los mismos guisos del pasado, del anterior y de toda la vida; siempre puercos, siempre mal aderezados; sin poder hablar libremente por respeto al vecino; bebiendo vino, o por mejor decir agua teñida o cocimiento de campeche abominable.
Digo para mi capote: “¿Qué aliciente traen al público a comer a las fondas de Madrid?” Y me contesto: “El público gusta de comer mal, de beber peor, y aborrece el agrado, el aseo y la hermosura del local”. 

En otra de sus artículos habla de un diálogo entre dos amigos. 

-Iremos a Los Dos Amigos (que era un restaurante bastante conocido de aquella época).
-Tendremos que salirnos a la calle a comer, o a la escalera, o llevar una cerilla en el bolsillo para vernos las caras en la sala larga. 
-A cualquier otra parte. Crea usted que hoy nos van a dar bien de comer. 
-¿Quiere usted que le diga yo lo que nos darán en cualquier fonda a donde vayamos? Mire usted: nos darán en primer lugar manteles y servilleta puercas, vasos puercos, platos puercos y mozos puercos: sacarán las cucharas del bolsillo, donde están con las puntas de los cigarros; nos darán luego una sopa que llaman de hierbas, y que no podrían acertar a tener nombre más alusivo; estofado de vaca la italiana, que es cosa nueva; ternera mechada, que es cosa de todos los días; vino de la fuente; aceitunas magulladas; frito de sesos y manos de carnero, hechos aquellos y estos a fuerza de pan; una polla que se dejaron otros ayer, y unos postres que nos dejaremos nosotros para mañana”. 

4ª Parada: Casas “antiguas” y casas “nuevas” para Larra

Nos sirve la Plaza de San Nicolás para hablar de las casas antiguas y casas nuevas, para Larra y su época. Esta imagen vale en cualquier otro lugar del centro de Madrid. 

A principios del siglo XIX se construyen muchas casas en Madrid. 

Después de la guerra de Independencia, contra los franceses, hay una gran construcción de viviendas en la ciudad de Madrid. Por 1820-1830 se estaban construyendo muchas casas, que para Larra eran casas nuevas. 

Larra también criticaba a las casas nuevas de su época, al igual que el problema de la vivienda sigue siendo un problema hoy en día.  

“las casas antiguas, dijimos, que van desapareciendo en Madrid rapidisimamente, están reducidas a una o dos enormes piezas y muchos callejones interminables; son demasiado grandes; son oscuras por lo general, a causa de su mala repartición y combinación de entradas, salidas, puertas y ventanas. 
Dirigimos, pues, a ver las casas nuevas; esas que surgen de la noche a la mañana por todas las calles de Madrid; esas que tienen más balcones que ladrillos y más pisos que balcones; esas por medio de las cuales se agrupa la población de esta coronada villa, se apiña, se sobrepone y se aleja de Madrid…”

Y también habla del ansia de dinero que tienen los constructores o los que edifican.  

“Los caseros, más que al interés público consultan el suyo propio: “aprovechamos terreno”; ése es su principio; “apiñemos gente en estas diligencias paradas, y vivan todos como de viaje”; cada habitación es en el día un baúl en el que están las personas empaquetadas de pie, y las cosas en la posición que requiere su naturaleza; tan apretado está todo, que en caso de apuro todo podría viajar juntos sin romperse. Las escaleras son cerbatanas, por donde pasa la persona como la culebra que se roza entre dos piedras para soltar su piel. Un poco más de hombre o un poco menos de escalera, y serán una sola cosa hombre y escalera”

5ª Parada: Su artículo más conocido: “Vuelva usted mañana”

En la Ruta El Madrid de Larra nos vamos a detener en la calle de San Nicolás esquina a la calle de la Cruzada, lugar donde vivió el Conde-Duque de Olivares.

El Conde-Duque de Olivares es el símbolo de la administración en España. Fue algo así como el Primer Ministro, el valido, en la época de Felipe IV. El Conde-Duque de Olivares creó un sistema burocrático en el cual todas las regiones tenían que aportar algo al estado. 

Hablando de trámites, de burocracia con la administración, hay que hablar del artículo de Larra más conocido, “Vuelva usted mañana”.  

Un francés viene a España a cobrar una herencia, y hacer otra serie de negocios: 

“...vos venís decidido a pasar quince días, y a solventar en ellos vuestros asuntos. 
-ciertamente -me contestó- quince días, y es mucho. Mañana por la mañana buscamos un genealogista para mis asuntos de familia; por la tarde revuelve sus libros, busca mis ascendientes, y por la noche ya sé quién soy. En cuanto a mis reclamaciones, pasado mañana las presento fundadas en los datos que aquél me dé, legalizadas en debidas forma; y como será una cosa clara y de justicia innegable (pues sólo en este caso haré valer mis derechos), al tercer día se juzga el caso y soy dueño de lo mío. En cuanto a mis especulaciones, en que pienso invertir mis caudales, al cuarto día ya habré presentado mis proposiciones. Serán buenas o malas, y admitidas o desechadas en el acto, y son cinco días; en el sexto, séptimo y octavo, veo lo que hay que ver en Madrid; descanso el noveno; el décimo tomo mi asiento en la diligencia, si no me conviene estar más tiempo aquí, y me vuelvo a mi casa; aún me sobran, de los quince, cinco días. 
Al llegar aquí monsieur Sans-délai traté de reprimir una carcajada que me andaba retozando ya hacía rato en el cuerpo, y si mi educación logró sofocar mi inoportuna jovialidad, no fue bastante a impedir que se asomase a mis labios una suaves sonrisa de asombro y de lástima que sus planes ejecutivos me sacaban al rostro mal de mi agrado.
-Permitidme, monsieur Sans-délai -le dije entre socarrón y formal-, permitidme que os convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid.
-¿Cómo? 
-Dentro de quince meses estáis aquí todavía”
“-Vuelva usted mañana -nos respondió la criada-, porque el señor no se ha levantado todavía.
-Vuelva usted mañana -nos dijo al día siguiente-, porque el amo acaba de salir.
-Vuelva usted mañana -nos respondió al otro-, porque el amo está durmiendo la siesta. -Vuelva usted mañana -nos respondió el lunes siguiente-, porque hoy ha ido a los toros. 
-¿Qué día, a qué hora se ve a un español? dimosle por fin, y “vuelva usted mañana” nos contestó”
“-¿Para esto he echado yo mi viaje tan largo? ¿Después de seis meses no habré conseguido sino que me digan en todas partes diariamente: “vuelva usted mañana”, y cuando este dichoso “mañana” llega por fin, nos dicen redondamente que “no” ¿Y vengo a darles dinero? ¿Y vengo a hacerles favores? Preciso es que la intriga más enredada se haya fraguado para oponerse a nuestras miras.
-¿Intriga, monsieur Sans-délai? No hay hombre capaz de seguir dos horas una intriga. La pereza es la verdadera intriga; os juro que no hay otra; ésa es la gran causa oculta: es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas”. 

6ª Parada: Los momentos más críticos y pesimistas de su vida

Mariano José de Larra no solo criticaba lo que había que cambiar, si no que intentó ponerlo en práctica metiéndose a política.

Se presentó para diputado, algo que además demostraba la categoría económica del personaje. Se necesitaba muchísimo dinero para poder presentarse a diputado.  

Larra era el periodista más cotizado de la época. Hizo un contrato con un períodico llamado “El mundo”, que le contrataron por 12 publicaciones, solo hizo 6, y le pagaron el doble de lo prometido. La gente leía mucho los artículos de Larra, era muy conocido. 

Larra se presenta a diputado en 1836 y es elegido por la circunscripción de Ávila. En ese momento hay un golpe de estado y se disuelve el parlamento, con lo cual su entra en política quedó frustrada. 

Política

Larra vive en una época muy convulsa políticamente hablando. Nace en plena Guerra de la Independencia. Cuando se marchan los franceses, llega Fernando VII e impone una monarquía absoluta hasta 1820. 

De 1820 a 1823, el Trienio Liberal

Luego vuelve Fernando VII con la Década Ominosa, en la cual son expulsados los liberales. 

En 1833, a la muerte de Fernando VII, se inicia un nuevo periodo con la regencia de María Cristina. 

Carlos María de Borbón no acepta que vaya a reinar la futura Isabel II e inicia las guerras carlistas. Cuando Larra muere, la ciudad de Madrid está siendo asediada por los carlistas. El que ganen los carlistas significaría volver al antiguo régimen, al absolutismo. Y Larra empieza a ser muy pesimista. 

En noviembre de 1836 ya muestra en sus escritos (como este de Noche de difuntos) que está cerca del suicidio.

“Una nube sombría lo envolvía todo. Era la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseos. 
¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos.
¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero aquí! ¡Aquí yace la esperanza!”
“Dirigíanse la gente por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas en otras como largas culebras de infinitos colores: ¡al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid!
Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo”. 

7ª Parada: La muerte de Larra

Nos detenemos ahora en la Ruta El Madrid de Larra en la calle de Santa Clara número 3.

Larra se suicidó en gran parte por la cuestión política, por lo que él quería cambiar de España, pero que veía que no cambiaba. Pero el detonante final de su suicidio fue el amor, como no podía ser de otra manera en un romántico.  

Mariano José de Larra vivió casi toda su vida adulta en la calle Caballero de Gracia 21, y posteriormente se trasladó a la calle Santa Clara 3.  

Mariano José de Larra se había casado con Josefa Wetoret con quien tiene tres hijos. Al poco de casarse escribe un artículo titulado “El casarse mal y pronto”. Se cansa rápidamente de su esposa y encuentra a otra mujer.  

Larra encuentra a Dolores Armijo, una mujer también casada. Ambos deciden dejar a sus respectivas parejas, y Larra deja a su mujer, pero no así Dolores. Y rompen esta relación. 

Larra entra en una profunda depresión. Le costará bastante tiempo, emprenderá viajes por el extranjero y tardará bastante tiempo en recuperarse (si es que se recuperó en alguna ocasión). 

A principios de 1837 estaba más o menos recuperado. En febrero de 1837 le llega una carta de Dolores Armijo en la que quiere verle. Larra piensa que Dolores ha dejado a su marido y quiere volver con él, pero nada más lejos de la realidad. 

Se citan el 13 de febrero de 1837 en el número 3 de la Calle Santa Clara, en la casa de Larra. Dolores llega con su hermana, y le dice que le deja definitivamente, que no quiere saber nada de él, que le devuelva todas sus cosas. 

Larra le devuelve todo, y Dolores y su hermana se van. Larra se queda solo en casa. Dolores y su hermana están bajando la escalera cuando oyen el ruido de un disparo. Larra se había pegado un tiro. Hay quien dice que Larra se disparó en la sien, otros dicen que en el corazón. 

Larra murió a las ocho de la tarde del día 13 de febrero de 1837 en la Calle Santa Clara 3. 

Aunque el edificio que hay hoy no es el mismo en el que Larra habitó, ya que está totalmente reformado tanto en el interior como en el exterior, sí que se colocó ya hace bastante tiempo una placa que reflejaba que aquí vivió el gran Fígaro, haciendo referencia a este apodo que tenía Mariano José de Larra.  

Es una bonita escultura, o efigie, que aparece en la esquina con los laureles del triunfo y alabando a este gran personaje, Mariano José de Larra


8ª Parada: El entierro de Larra y su eterno recuerdo

Al día siguiente de la muerte de Larra los periódicos publicaron su muerte. 

Sólo se publicaron unas esquelas muy sencillas, con pocas líneas en las que se decía que Larra había muerto de muerte natural. 

En el piso debajo de Larra vivía el Ministro de la Gobernación, muy amigo de Larra. Y deciden ocultar que Larra se había suicidado. Si se hubiese sabido, no se hubiese podido enterrar en Sagrado. 

Se trajo el cuerpo a la iglesia de Santiago, que fue donde se hicieron las exequias fúnebres. Después fue enterrado en el Cementerio del Norte (un cementerio que estaba cerca de la actual Glorieta de Quevedo, a las afueras de Madrid). 

Iglesia de Santiago, Madrid
Iglesia de Santiago, Madrid

Se enterró tan deprisa, que ni siquiera sus padres, que vivían en Navalcarnero, pudieron venir al entierro. 

Se tuvo que hacer una colecta entre los amigos escritores de Larra para que pudiera ser enterrado. 

Amigos como José de Zorrilla, que hizo un poema en honor a Mariano José de Larra

poeta, si en el no ser 
hay un recuerdo de ayer,
una vida como aquí 
más allá de ese firmamento…
conságrame un pensamiento 
como el que tengo de ti 

El Cementerio del Norte desapareció tiempo después y llevaron el cuerpo de Larra a otro cementerio, cerca de Méndez Álvaro, que posteriormente también desapareció. Hoy se encuentra enterrado en el cementerio de San Justo, y comparte panteón con José de Espronceda y Ramón Gómez de la Serna.  


Ruta planeada por Madrid en la Palma de tu Mano



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